jueves, 20 de septiembre de 2012

Luchar o Sonreír: ¿Quién Dijo que la Felicidad no era Política?





Algo de patético y de ridículo se oculta bajo la amplia sonrisa que nos brinda el mensaje del optimismo. Más, si cabe, cuando este mensaje se profiere de forma mecánica y sin razones para proclamarlo a los cuatro vientos. Su ingenua insistencia en la idea de que un próspero porvenir nos aguarda por el mero hecho de creer en él, invade cada vez con más fuerza la esfera de lo individual, de lo político y de lo económico. Curiosamente, cuanto mayor es la inestabilidad de nuestras vidas, cuanto más polarizado, incierto e inseguro es el mundo en el que vivimos, y menor es nuestro papel en la decisión de nuestro propio porvenir –o lo que es lo mismo, menos democrática es la democracia–, con más ímpetu y desmesura repite la gente este mensaje de esperanza.

Como decía William James, la fe emerge, en cada época, de un contexto de miedo y de desesperación, y la fe seglar del hombre moderno se ha replegado sobre la autorrealización, el crecimiento personal y la búsqueda de la propia felicidad; es decir, sobre sí mismo. Plantearse espacios vitales, valores sociales y aspectos personales que no tengan que ver con las propias motivaciones, creencias y la felicidad de cada cual es cada vez más impensable. Hacemos y consumimos aquello que nos gusta, que nos realiza y que nos permite aliviar cualquier tipo de preocupación y sufrimiento, algo que parece volverse más legítimo y demandado incluso en esta época de turbulencia social y crisis económica. La nueva ola del “optimismo patriótico” es un buen ejemplo de ello. Su tranquilizador y casi anestésico mensaje nos permite ocultar bajo la alfombra de nuestras conciencias la tragedia que nos toca vivir desde hace décadas: la de una sociedad marcada por un sistema económico frágil y con un claro cuadro diagnóstico de agotamiento para generar progreso, un panorama político con limitado poder de actuación y con alternativas críticas debilitadas y fragmentadas, y un individuo apático y escéptico respecto a su papel social, arroyado por la desidia del consumismo. La forma de vida en que estamos instalados genera desarraigo, soledad, competición y explotación –la cual tendemos a reformular e individualizar con el eufemismo de “estrés”–, y el optimismo nos brinda una sencilla válvula de escape para diluir cualquier conato de indignación, reducir la sensación de indefensión y procurarnos sentimientos de bienestar y prosperidad pintando un futuro colorido sobre un lienzo incapaz ya de absorber la mentira.

Pero no sólo nosotros adoptamos esta estrategia; políticos, economistas, psicólogos y toda clase de tecnócratas saben de sus efectos sedantes y conformistas y los explotan. Se ha repetido hasta la saciedad y de cientos de formas distintas en los medios de comunicación que las crisis son fantásticas oportunidades para crecer y para reinventarse. Pero sin mencionar, claro está, que “reinventarse” bajo los mismos preceptos, los mismos valores, bajo el control de las mismas instituciones y apuntando hacia el mismo horizonte, no es tal, sino una vuelta de tuerca más para seguir como estamos y continuar haciendo lo mismo pero intentándolo con más ímpetu y con la sensación del deber cumplido para con nosotros mismos y nuestra sociedad –e incluso para con nuestra patria. Sin duda, para llevar a cabo una reinvención genuina, para generar un cambio real, es necesario revisar de arriba abajo la desgastada y alienante ética que soporta nuestra sociedad de consumo.

Sin embargo, son múltiples y fuertes los mecanismos retóricos –y no tan retóricos– destinados a contrarrestar cualquier forma de rebeldía e indignación, y el discurso del optimismo es una potente arma de contraataque a estos efectos. La portada de La Razón del 26 de Agosto de 2012 es una buena muestra de entre tantas otras que nos brindan los medios de comunicación. En ésta se identifica "tomar las calles" con "amenaza", se llama la atención sobre la dudosa moralidad de aquellos que ponen en duda el poder y toman acciones contra el mismo, se equipara cobrar el subsidio de desempleo con la vagancia de indecentes y desagradecidos que quieren arruinar el país -justo cuando toda justificación que legitime los recortes, aunque sea parcial y anecdótica, es más que bienvenida-, y tras ser abofeteados por una enorme sonrisa aderezada con banderas españolas se propone que la mejor manera de afrontar la incertidumbre es gesticular una amplia sonrisa.  

Pero ni la política se hace sola, ni podemos evitar hacerla, nos movilicemos o nos quedemos en casa. Cierto es que la gente ha ido desencantándose más y más con la actividad política a lo largo de los años, identificándola con una artimaña y una mentira –lo oigo a todas horas en cualquier cafetería–, y en la que afirma no querer tener nada que ver. Sin embargo, todos hemos de tomar conciencia de que poniendo al mal tiempo buena cara, manteniendo la esperanza de que las cosas se solucionarán de una forma u otra, ni estamos ejerciendo nuestros deberes y derechos ciudadanos, ni estamos huyendo ni combatiendo la política, sino que, de hecho, estamos haciendo política de una forma muy concreta: ni más ni menos que la que se nos propone para seguir propugnando el status quo. 

21 comentarios:

  1. Edgar, un artículo genial, sigue así con el resto. Me encanta lo que reflejas:"estamos haciendo política de una forma muy concreta: ni más ni menos que la que se nos propone para seguir propugnando el status quo" La pasividad es consentimiento y reacción, sí señor!

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    1. Gracias, M. Respecto a lo que destacas, defiendo que tenemos que ser conscientes de y responsables con el hecho de que es inevitable que tomemos partido, pues no podemos evitar ejercer determinadas políticas, sea pasiva o activamente. Más allá de eso, tenemos el DEBER de ejercerlas de la forma más racional posible, evitando aportar sólo opiniones, que dependen de lo que a cada cual le interese sin importar que sean defendibles o no. Eso implica intentar emanciparnos de mecanismos que enmascaran y/o neutralizan la base y las consecuencias que se desprenden de aquello que defendemos. Este tipo de optimismo es un ejemplo de herramienta neutralizadora, que viene a reforzar una idea de cohesión grupal superficial y sentimentaloide tanto para no hacer nada, como para quedarnos más tranquilos comulgando con lo que hay. Otro ejemplo de ello es esta especie de himno de la esperanza puesto en juego por la comunidad de jóvenes militantes del PP valenciano:

      http://www.elmundo.es/elmundo/2012/09/21/valencia/1348216882.html

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  2. Al hilo de esto último, recuerdo también un anuncio electoral del PSOE, de hace pocos años, donde ponía en primer plano el optimismo y acusaba al PP, precisamente, de pesimismo, de verlo todo negativo, de estar lleno de cenizos... (qué paradoja). Y es que el pensamiento positivo es transversal...

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    1. Esto último que mencionas, JC, me parece fundamental para destacar que esta estrategia del optimismo no es sólo una herramienta política de derechas, ni mucho menos. Esta defensa de la felicidad y el optimismo no es tanto una ideología característica de derechas o de izquierdas como una ideología propia del capitalismo. Cuando lo ha utilizado el PSOE (recuerdo los debates sobre economía en los que se acusaba a ciertos partidarios del PP de pesimistas y agoreros) la función era la misma: cubrir bajo un manto de tranquilidad una poderosa inercia del mercado que nadie estaba dispuesto a parar.

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  3. Un matiz. No específicamente el pensamiento positivo, pero el conformismo y el deber moral de estar adaptado, genéricamente, quizá sean propios de cualquier sociedad totalitaria y no sólo del capitalismo como sistema. El inconformismo se psicologiza, se patologiza, de manera que quien no es feliz es por definición culpable. Sería interesante trazar paralelismos, por ejemplo, con la psiquiatrización de la disidencia en la URSS y la psicologización de la protesta en los países occidentales de hoy en día.

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    1. De acuerdo. Pero si aceptamos, como decía Polanyi y como defiende Fernández Liria, que el capitalismo es también un sistema totalitario (bajo él no cabe ni la posibilidad de un Estado de Derecho ni el correcto desarrollo de una democracia), esta semejanza en torno a la patologización del inconformismo no sería de extrañar.
      La psicología positiva adapta un modelo de sujeto demandado por las nuevas necesidades del capitalismo de consumo, el cual le sirve a este último para definir lo que es normal o patológico y gestionar la disconformidad. La psicología positiva relaciona todo lo socialmente deseable con aspectos que tienen que ver con la conformidad y la adaptación (resiliencia, emociones positivas, automotivación intrínseca, actitudes positivas, optimismo, etc.), patologizando por oposición todo aquello que no caiga dentro de su criterio de felicidad: si no se es feliz, no se está del todo bien, en realidad.
      Apunto lo de la URSS como modelo desde el cual trazar diferencias y semejanzas interesantes sobre cómo se gestionaba psicológicamente a los ciudadanos incómodos en comparación con el capitalismo. No conozco mucho cómo se utilizaba la psicología en la URSS a estos efectos, pero a bote pronto se me ocurren muchas más posibles diferencias que semejanzas.

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  4. Quizás esté demasiado absorbida por el juego capitalista en el que estamos perdiendo hoy día y por eso no consigo ver lo que buscaba en este último párrafo (o porque no soy una experta en el tema).Creo que entiendo la relación de la psicología positiva con la conformidad ciudadana (política) y con el egocentrismo o repligue del que hablabas pero no del todo con el capitalismo no sólo como sistema totalitario. ¿Hay entonces una relación más "directa" entre psicología positiva y capitalismo? O algún ejemplo más concreto. Gracias.

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  5. Rubén Gómez-Soriano26 de septiembre de 2012, 7:16

    Eve, seguro que Edgar te da una respuesta mucho mejor de la que yo pueda darte, pero aquí tienes un buen ejemplo de la relación directa que existe entre psicología positiva y capitalismo: http://www.institutodelafelicidad.com/. Salud.

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  6. Rubén, el ejemplo ha satisfecho mi pregunta. No sé si una web lanzada por Pepsi me hubiera colmado tanto porque, como todos sabemos y dicen modestamente en la página, Coca-cola es la marca más asociada a la felicidad en nuestro país. Ironías aparte, muchas gracias por el link :).

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  7. Rubén Gómez-Soriano26 de septiembre de 2012, 16:14

    Faltaría más, un placer. Te recomiendo que veas alguno de los vídeos porque no tienen desperdicio...

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  8. Gracias, Eve, Rubén. El ejemplo que pone Rubén es muy claro. No obstante, se podría pensar que aunque Coca-Cola se apropie de las propuestas que defiende la psicología positiva ésta no tiene porqué estar relacionada con el consumo ni con el capitalismo en forma alguna. Esta sospecha, sin embargo, se desmonta muy rápidamente cuando, sin ni siquiera atender a cuestión conceptual y teórica alguna, se muestran datos históricos, económicos y sociológicos sobre qué instituciones y corporaciones financian estos estudios (congresos, grupos de investigación, másteres profesionalizantes), y qué pretenden conseguir con ellos cuando los aplican en el mundo laboral, en el de la salud, etc.
    Pero lo curioso es que no es necesario indagar mucho al respecto, pues los mismos psicólogos positivos afirman estas relaciones corporativas: el mismo M.Seligman (conocido como el padre de la psicología positiva) en todos sus artículos y libros enfatiza las ventajas prácticas que las aplicaciones que la PP tienen para ahorrar gastos, para aumentar la productividad y la eficiencia, para facilitar la adhesión de los trabajadores a la cultura de la empresa (es decir, que hagan suyos los objetivos y las formas de producción) e incluso presumen de la efectividad de sus aplicaciones en marketing para que los consumidores sean más fieles y para que estén más satisfechos con determinados productos y marcas.
    Como dices, Eve, estamos tan "absorbidos" por la lógica productiva y consumista del capitalismo que nos parece tan normal y tan lógica la legitimidad de estos usos: no vemos en ellos problema alguno (y si lo vemos pensamos que "no son para tanto"). Incluso a cada vez más psicólogos mismos les parece tan normal que ése sea uno de los principales papeles de la psicología.

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  9. Rubén Gómez-Soriano27 de septiembre de 2012, 13:23

    El Intermedio me ha recordado esta campaña que se hizo cuando gobernaba el PSOE. Yo veo pocas diferencias con la portada de La Razón, las cosas como son. https://www.youtube.com/watch?v=6gjUVlvJCrs

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  10. Yo tampoco veo diferencias, Rubén, de ahí mi contestación a la observación de JC respecto a que esto no es algo propio de izquierdas o de derechas. Gracias por el vídeo, porque es muy claro.

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  11. Excelente ejemplo. Lo sumo al video electoral del PSOE al que me referí antes. Es el rollo de "arrimar el hombro", que afea la conducta a quien no lo arrime y pretende acentuar la sensación de que todos vamos en el mismo barco, como si fuera lo mismo ser capitán que estar en galeras.

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  12. Gracias Edgar , como has dicho yo también pensé que aunque el ejemplo de la página de Coca-cola sea claro, la PP y el capitalismo no tienen por qué comulgar ideológicamente ni tener nada que ver. Muchas empresas utilizan el mensaje que sea con tal de vender. Así que gracias por mencionar lo de la financiación y lo de Seligman. Se me olvidaba que en organizaciones dimos todo eso: aumentar la satisfacción, la motivación del trabajador, ese intento hipócrita de que el trabajador esté bien etc. Rubén gracias por el vídeo, personalmente a mi me da miedo. Cualquiera se atreve a pensar distinto a Gasol, bueno, algo contrario a "toda" la sociedad. Aunque he echado de menos a Punset.

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  13. Rubén Gómez-Soriano27 de septiembre de 2012, 15:39

    Yo también he echado en falta a Punset. Creo que le pilló de viaje o comparando el 15M con la Ruta de la seda... https://www.youtube.com/watch?v=FYReCuj6ksM

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  14. Con tanto viaje se ha equivocado de ruta. Creo que en el fondo quería decir la Ruta del Bakalao. Quién sabe. Si es que con tanta empresa abierta, el hombre ya se enReda y le cuesta hasta acordarse de qué premios es jurado. O como dice en el vídeo "yo creo que es la edad (que me ponen en juradoS)". Él no consigue ,como otros muchos, ver otra razón.

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  15. Ahí va lo último en Patrioptimismo:

    http://www.antena3.com/noticias/sociedad/buscamos-fotografias-espana-que-publico-the-new-york-times-participa_2012100300098.html

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  16. Patriotismo y optimismo: dos de las emociones más estupidizantes. De todos modos, ver las fotos es asistir a un baño de realidad: alegría bobalicona, cursilería, paella, procesiones de semana santa, fiestas de pueblo, tradiciones familiares... Es lo que hay. En el fondo es la versión edulcorada y en color de las fotos de Cristina Rodero sobre la España eterna: http://www.youtube.com/watch?v=DJ39nBP0WUQ (buena gente, pueblo, padres y madres que sacan adelante a su prole, raíces, autenticidad...).

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    1. Jose Carlos Sánchez25 de noviembre de 2012, 2:08

      Yo creo que hay que tener cuidado con el modo en que uno se distancia de los contenidos de la psicología positiva y de todo el movimiento positivo en general. Hay un conjunto enorme de contenidos (términos y conceptos ligados al afrontamiento eficaz de situaciones y conflictos, imágenes de armonía, apelaciones al esfuerzo personal, apelaciones a la esperanza, etc...) que han arrebatado al sentido común o a la praxis general de psicología clínica común sin pretensiones salvíficas (digamos cognitivo-conductual, por ejemplo). En esto consiste parte de su pegada. Dicen cosas conocidas, necesasrias, pero no salvíficas, como reinventándolas bajo el formato de un movimiento salvífico. Aparte de esto vehicula intereses muy específicos, seguramente novedosos, en una especie de nueva alianza de la psicología con grandes estructuras del capital (gran empresa, publicidad, felizometría, ejército). Hay que distinguir uno de otro, o la crítica "a la totalidad" se pone "fuera del mundo". Dudo mucho que se pueda escapar de toda forma de tecnificación de la subjetualidad, sólo cabe pelear por la más decente.
      Del mismo modo, dan ganas de sopesar si es más verdad que la psicología positiva es transversal o que es de derechas (si por derecha se entiende la defensa del proceso de expansión neoliberal cueste lo que cueste y frente a cualquier alternativa política efectiva de control o freno o revolución, sea institucional -incluso capitalista "arcaica"-, popular).






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  17. El pensamiento positivo se ha convertido en el nuevo opio del pueblo, y de eso es en parte responsable la psicología dominante en nuestra época. Los psicólogos tendríamos que hacer un esfuerzo por encontar límites al "pensamiento positivo". La falacia de la actitud positiva sin matices no sirve para proporcionar felicidad a las personas, sino que está actuando en nuestra sociedad como mecanismo control mental y sumisión ante las injusticias. La felicidad es incompatible con el disfrute de buenas condiciones de vida. Sin malestar no hay cambio social, y la trampa del pensamiento positivo es anestesiar ese malestar que nos motivaría a cambiar las estructuras sociales. Yo siempre digo a mis alumnos que no hay nada más reaccionario que reivindicar que los pobres sean felices, porque lo que tenemos que reivindicar es la desaparición de las condiciones que mantienen la pobreza, la desigualdad, la injusticia y cualquier situación (social, laboral, económica, relacional,...) que impida la realización de las personas. La cuestión, desde el punto de vista psicosocial, es problematización versus desproblematización. La primera genera movimiento para mejorar tu situación y eliminar las causas del malestar, mientras que la segunda conduce a aceptar la situación y a un estado psicológico de sumisión ante las causas que generan la infelicidad.

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